lunes, 4 de octubre de 2010

IIª Parte. El secreto de Pati, 2

Menuda bronca me soltó la boba de Sandra nada más oír el nombre de Andrés. Yo la quiero mucho, pero hay momentos en los que me da la sensación que se transforma en un enjambre de moscas y solo la oigo zumbar en torno a mis oídos. “Pati haz esto”. “Pati, tienes que venir”. “Pati no vayas”. En serio, que a veces no hay quien la aguante.

Al final decidí que podíamos tener planes diferentes y le dije que ella hiciese lo que le diese la gana, que yo me iba con Andrés. Ya no protestó más aunque me miró con cierto odio cuando le dije que yo también me iba a poner el vestido rojo. Las dos usábamos la misma talla y solíamos compartir la ropa. Cuando alguna vez comprábamos lo mismo nos prometíamos que no nos lo íbamos a poner para salir juntas.

Llegué al bar donde Andrés y yo solíamos vernos todos los veranos. Debían ser casi a las 12. Era un lugar al que yo ciertamente no hubiese entrado nunca, pero creo que a Andrés le gustaba. Además del mal gusto de la decoración y la música se sumaba el ridículo nombre que año tras año iba mejorando. El de esta temporada, -insuperable-, era: “Baño”. ¿A quién se le había ocurrido? ¿Qué de atractivo tiene decirle a alguien “nos vemos en el Baño”, o “quedamos en el Baño”? A Andrés creo que esta vulgaridad le hacía gracia. No me sorprende que Sandra no quisiera venir. En esto al menos le daba la razón.

Cuando entré en el “Baño” ya se había formado la neblina de humo tan característica del local. Al fondo estaba él con una copa y un cigarro en la mano esperándome. No se cómo lo hacía pero siempre se ponía al fondo del local, obligándome a pasar por delante de todos los mirones y musculitos de playa.

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