lunes, 15 de noviembre de 2010

IIIª Parte. El vestido rojo, 3

Pati no estaba en el apartamento, y eso no era buena señal para una sosa como ella. Quizá el plan de Jorge no había salido bien y ella y Andrés habían terminado juntos. Quizá ahora estaban los dos abrazados en algún rincón de la playa.

Les estaba maldiciendo mientras caminaba hacia el baño cuando vi el vestido de Pati tirado sobre la cama. Quise acercarme para comprobarlo y tropecé con un zapato suyo que estaba en el suelo. Eran los tacones que más le gustaban a Pati y estaban tirados por en medio de la habitación. ¿Qué hacían sus zapatos preferidos, los que había elegido para aquella noche, allí tirados?

Sonó el timbre de la puerta, el del portal de la calle. Ese debía de ser Jorge que había vuelto para que no pasase sola la noche. Me alegré al pensar que fuese tan cabezota y que hubiese decidido insistir en hacerme compañía porque me estaba empezando a asustar. Abrí la puerta y salí al pasillo para recibirle.

El pasillo estaba en penumbra, iluminado con la luz de las farolas que entraba por los ventanales que daban a la calle. La luz era escasa pero suficiente para ver perfectamente que quien subía no era Jorge, sino Andrés. Me quedé blanca, pálida. No quise sacar conclusiones y le pregunté dónde estaba mi prima. No respondió pero se le escapó una pequeña risa, casi histérica. Empecé a gritarle preguntándole dónde estaba ella.

Andrés todavía debía de estar borracho, o posiblemente drogado, porque únicamente me contestaba “Sí, sí”, “Te quiero”, “Te he querido siempre”.

Vi entonces con gran sorpresa que llevaba la camisa y las manos manchadas de sangre. Empecé a gritar y le empujé por las escaleras. Se cayó. Bueno... le empujé. Creo que ni siquiera se dio cuenta de que se estaba cayendo. Seguía sonriendo y gritando que me quería. Vi cómo caía y oí cómo algo le crujió al llegar al suelo. No se si fue una pierna o tal vez el cuello. Él seguía sonriendo.

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