domingo, 2 de enero de 2011

La guerra contra las máquinas: F=10 - V=1. Gana V.

Llevo tiempo observando como ha ido creciendo el número de métodos para detectar billetes falsos en todos los comercios. Muy probablemente ustedes también se habrán percatado.

Lo cierto es que yo recuerdo con tanto cariño como nostalgia al pescatero, el buen amigo de mi abuelo que todos conocíamos como Morquer, cómo le explicaba a mi madre que él podía distinguir los billetes buenos de los malos por el ruido y el tacto. De aquello debe hacer no menos de veinte años y hoy no deja de asombrarme que lo hiciese con los dedos húmedos y a buen seguro medio entumecidos entre el pescado fresco y el hielo para conservarlo. ¡Cuánto frío que hacía en el mercado fuese invierno o verano!

Pero los tiempos cambian y esa experiencia y formación autodidacta hoy se suplen con la tecnología. Por supuesto también porque las técnicas de los falsificadores no son las que eran y progresa casi a la misma velocidad que los sistemas anti-copia.

Por ello contra ese ingenio delictivo se distribuye entre comercios de todo tipo, en primer lugar oficinas bancarias y centros comerciales, pero también hasta la panadería de la esquina, diferentes artilugios para detectar el engaño.

En toda esa inventiva están las maquinitas que leen los billetes, los rotuladores de tinta, y la luz ultravioleta. Y de todos estos son los primeros, las maquinitas de detección de billetes falsos, los más avanzados porque se sirven de diferentes elementos para determinar la validez o no de un billete: leen el hilo de seguridad, las bandas magnéticas y tintas infrarrojas, y verifican el tamaño y gramaje del billete. Su fiabilidad es altísima (incluso de un 100%), y es muy poco probable que un billete falso termine en el cajón si se usa correctamente el artilugio.

Claro que la máquina no está preparada para el factor humano...

Apuesto a que más de uno de ustedes ha vivido esta situación aunque quizá no se haya percatado de la jugada. Presten atención porque yo no dejo de asombrarme de la conclusión.

Imaginen esta escena: realizan su compra en un supermercado, o donde sea que tengan un detector de estos; preferiblemente en una superficie donde no traten con el dueño (será el único que se salte las normas y es posible que no haga uso de ella). Pagan por supuesto en efectivo y con billetes, no importa que sean de pequeño o gran valor, de 5 o de 50 euros, aunque para el experimento les recomiendo que los acaben de sacar del cajero y usen los más nuevos que éste les entregue. Y aquí, amigos, observen cómo reacciona la persona que les cobra. Introduce el billete o los billetes por la máquina hasta que llega uno que el aparato determina que no es bueno y lo devuelve como falso. No importa. El dependiente volverá a pasarlo por segunda vez. Y nuevamente el aparato se niega a validarlo como bueno. Tercer intento y tercera negativa. En ese momento el dependiente comienza a ponerse nervioso, pero insiste de nuevo. Cuarto intento. Cuarto falso. Quinto intento. Quinta negativa. Sexto intento. Sexto rechazo. En este momento sería muy estúpido que el dependiente devolviese el billete al cliente, porque el cliente se empieza a impacientar, y muy posiblemente a molestar. Séptimo intento. Séptimo NO. Octavo intento. Octavo “pitido billete falso”. Noveno intento. Noveno billete falso. Y al décimo intento, (por ejemplo), “PIIIIIIIIIIIT”...... Billete bueno. El dependiente abre el cajón y lo admite como bueno.

¿Cómo es posible que la máquina rechace 6, ó 10, ó 12 veces el medio de pago, y por una sola vez que dijo que era auténtico el humano lo da por bueno? ¿Durante diez intentos fue falso, y porque se volvió bueno solo en uno, el dependiente acepta como bueno 1 resultado frente a 10?

Como dice ese anuncio de la tele: el ser humano es increíble...

Entiendo que la norma de la empresa sea “no coger ningún billete que no haya sido analizado por el detector de billetes y validado como bueno”. Entiendo en un supuesto que la máquina diga que es falso y la persona dude, porque justamente los billetes demasiado nuevos lo son tanto que parecen falsos. Entiendo que el último filtro para admitir un billete o un medio de pago es una persona. Pero no entiendo que necesite diez intentos para ello.

Por supuesto las máquinas no se equivocan: hacen aquello para lo que han sido programadas, aunque a veces eso signifique errar por falta de datos y/o excepciones. Pero por eso mismo si la persona determina que el detector se equivoca no tiene que perder el tiempo. Si una máquina se equivoca y yo lo sé no necesito insistir hasta que cambie su respuesta por azar o estadística.

Si al cabo de 10 análisis falsos el dependiente mete el billete en el cajón después de haber obtenido un solo resultado “auténtico” queda muy claro que no lo hace porque la máquina se lo dice sino porque él lo decide.

Y en última instancia, ¿cuántas veces debe rechazar un billete el detector para que el dependiente admita que tal vez es realmente falso?

2 comentarios:

  1. Very good post with useful information. I really appreciate the fact that you approach these topics from a stand point of knowledge and information. Please keep on posting.

    Detector Billetes falsos

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  2. Muchas gracias por su visita y su comentario.

    Un saludo.

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