domingo, 11 de septiembre de 2011

El club de la lucha

Charles Michael Chuck Palahniuk es el autor de esta novela, llevada al cine por David Fincher en 1999, apenas tres años después de su publicación.

No he visto la película, o al menos no la he visto entera, así que de ella todavía no puedo hablar. Pero sí he leído el libro, y de él sí que les puedo contar mis impresiones.

El club de la lucha gira en torno a tres personajes fundamentales: el propio narrador, que se mantendrá anónimo durante todo el relato; alguien que aparece con el nombre de Tyler Durden, y la chica: Marla Singer, quien cierra el triángulo protagonista.

La novela está escrita en primera persona y en tiempo presente, y es una fuerte crítica a la sociedad de consumo, a sus (nuestros) valores y al sentido de la vida contemporánea o actual. De hecho podrán encontrar sin dificultad cómo hay quien habla de ella como una obra violenta, incluso de autodestrucción para la sociedad capitalista.

Efectivamente se trata de un relato que se autoalimenta de ciertas dosis de violencia y algunas peleas, llegando incluso a ofrecernos variadas recetas para la elaboración casera de explosivos (recetas para los curiosos por supuesto no auténticas). Sin embargo creo que puede verse más violencia en un noticiario o en la sección de panadería de cualquier supermercado cuando se anuncia por megafonía que acaba de salir una nueva hornada de pan.

La historia se presenta en flash back: comienza con un momento cercano al final y desde ahí se nos narra cómo se ha llegado hasta ese punto de inicio. Con ese planteamiento el resto del relato transcurre durante los tres minutos finales de la cuenta atrás para la destrucción del edificio de oficinas Parker-Morris donde trabaja el protagonista principal. Como ven la presentación de la obra es realmente tan agresiva como sugerente.

El narrador protagonista nos introduce en una trama en la que, desde su modesto trabajo como agente de seguros, es víctima de un desgarrador insomnio producido por los cambios horarios de viajar constantemente de un estado a otro de Norteamérica. Para intentar superar su dolencia decide acudir a los grupos de ayuda de enfermedades crónicas, intentando así mitigar su dolencia y lograr su cura a través del desconsuelo y agonía de los demás. En su huida de lo cotidiano conoce primero a Marla Singer, de quien pronto se enamora, y luego a Tyler Durden, un personaje oscuro, tan cautivador como provocativo: el chico malo al que quisieran parecerse los hombres y el que enamora a las mujeres.

Tyler es un operador de salas de cine con otras ocupaciones también a tiempo parcial como camarero o representante de una empresa de jabones, y complementa las aspiraciones de la monótona vida del anónimo narrador cuando ambos deciden fundar una sociedad (asociación) para evadirse de sus vidas aburridas: crean un club de lucha. En él pueden desahogar su rabia y sentir levemente su poder a fuerza de golpearse unos a otros; algo así como el retorno a un mundo primitivo donde reina el más fuerte. A partir de ahí se inicia un viaje de autodestrucción personal en el que Tyler pretende acabar con las normas de la sociedad y el orden establecido, aunque muy curiosamente su Club de Lucha no es ajeno a las normas, sino que se sostiene gracias a ellas.

La relación entre el narrador y Tyler a lo largo de la novela es ciertamente confusa, cuando no extraña, aunque esta cuestión se desvela al final del libro. Su amistad se irá deteriorando por varios motivos, entre ellos el amor de Marla, hasta llegar a un punto sin retorno: el edificio Parker-Morris, en el que uno de los dos deberá asumir el protagonismo único de la historia.

¿Era Tyler Durden realmente malo o solo un gamberro descontento con la sociedad? Sin duda sería un tema que daría lugar a un interesante debate. Pero lo que sí es cierto es que pretende dar satisfacción a sus deseos y fantasías sin tener la menor consideración ni respeto por los demás, por las normas o las leyes, y a esos creo que se le suele llamar egoísta.

La novela de Chuck Palahniuk es una lectura fresca, desenfadada y para leer con mucho humor. Luego párense un momento y piensen, reflexionen y... cojan otro libro.

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